Casting Rickard Stark

No demasiado viejo... el frío de Invernalia aún no calaba en mis huesos. Podía resistirlo. Aún faltaban muchos veranos para que no pudiera sostener una espada entre mis manos. Los Dioses del Invierno no lo permitirían. Cuidad de todos ellos cuando yo me haya reunido con mis antepasados. Proteged a Bethany, a Robb y a Lyanna. No permitáis que sufran ningún daño, pues temo que se acerca el invierno, y parece que este alberga los peores peligros para ellos.
Sentí una presencia a mi espalda junto con la tentación de desenvainar mi arma. No permitiría que nadie me molestase aquí, el Bosque de Dioses era lo más sagrado, nadie jamás trataba asuntos oficiales aquí, al menos no yo.

— ¿Qué sucede? — pregunté de forma algo directa, con un tono de voz elevado. En ocasiones entendía que muchos de mis criados me tuviesen por un hombre brusco y maleducado, pero no podía reprimir mis impulsos. El Bosque de Dioses no era lugar para un copero que probablemente adoraba a los Siete y cuya única intención era transmitir un mensaje. Había momentos más apropiados para hacerlo.

— Disculpadme, Lord Stark. Lady Stark solicita vuestra presencia —. Bethany. La mención de mi esposa hizo que la expresión dura de mi rostro se relajara al instante. Me puse en pie, dando gracias en silencio al enorme arciano por atender mis plegarias. Los Antiguos Dioses nunca me fallarían.

Me puse en pie con algo de esfuerzo, por desgracia, y asentí levemente para indicar al hombre que ya podía irse. A este en concreto parecía que le atemorizaba mi presencia. Comprendía que estaba justificado dada la brusquedad con la que lo había tratado.

Cuando llegué al Gran Salón, mi esposa me esperaba sentada sobre una silla presidencial junto a la mía, donde atendía a peticionarios varios. Además, llevaba lo que parecía ser una carta, pero mi vista no alcanzaba a identificar el sello. — Mi señora, debe tratarse de algo importante para interrumpir mis oraciones... — murmuré mientras despedía a la gente en la sala con un aireo de mi mano.

— Lo es, Rickard — escuché sus palabras atentamente — hemos recibido una petición de matrimonio de Desembarco del Rey — añadió. Aquello caló en mi interior como las lluvias invernales. Despertó al mismo tiempo mi curiosidad, mi sospecha y mi temor. — ¿Los Targaryen? ¿De qué se trata? — pregunté con urgencia.
— Al parecer, la reina Rhaena quiere casar a Lyanna con el príncipe heredero — suspiré acariciando el pomo de mi gran espada, apartando la vista de ella con aire pensativo. Esos Targaryen... una quincena en Invernalia durante el invierno les quitaría las ganas de llamarse soberanos del Norte. Solo sabían de dragones, vinos y conjuras, poco más allá del verano o del Puño de los Primeros Hombres. Ahora pretendían reclamar a su hija para casarla con otro más de ellos. Le llenarían la cabeza de fuego y sangre a mi pequeña Lyanna. No, nunca.

— Me niego en rotundo — murmuré con gesto serio y resuelto. No necesitaba añadir nada más, Bethany me conocía bien y sabía exactamente lo que pasaba por mi cabeza, aunque tal vez no lo compartiera al no ser norteña de nacimiento. El sur era menos seguro que el invierno, si cabe. Oh dioses, guardadnos de todo mal.