Devan Tully

"Que se jodiera." Aquél era el único pensamiento que se repetía en la cabeza del joven respecto a su padre el orgulloso señor de Aguasdulces, el Tridente y cuanto otro título honorífico existiese ya casi queriendo rivalizar con la pomposidad de títulos del señor del Dominio, Altojardín, Guardián del Sur, Mariscal del Mander y demás relleno para tapar todo aquello que no eran capaces de imponer con su simple presencia. Estaba consciente de que éste día podría llegar y que sería más temprano que tarde todo por cuanto su padre insistía en aparentar ante todo el mundo que él hablaba por ambos y que el hijo habría de acatar gustoso la boda que su padre arreglase para él; menuda mentira que era pues ante cualquier insinuación no hacía otra cosa el heredero que rehuir de cualquier acercamiento y luego increpar a su padre en solitario.

—A mi no me mangonea nadie.— Era lo que se repetía constantemente cada vez que parecía ser acorralado por el deber y responsabilidades que si bien sabía le correspondía atender, les era esquivo cuando en lugar de ser él quien las aceptase ésta se cernían encima suyo y parecían no dejarle más opción que acatar o saltar por la ventana y en todos estos casos al ribereño se le daba mejor jugarse la vida sin importar las consecuencias. —Sí, puede que sea la doncella más hermosa de los Siete reinos, te creo.— Le había dicho al poderoso Leyton. —¡Pero no me importa! Quizás si la conociese me agradaría y quizás hasta me enamoraría y casaría con ella pero porque yo la conozca y no porque tú y su padre juguéis a acuerdos de barcos o lo que sea. Así que sí, con mencionarle has eliminado otra potencial nuera, excelente.— Aquello fue lo último que le dijo antes de abandonar el salón donde al menos por lo último de respeto que le tenía no habían testigos tal como siempre se aseguraban al discutir ambos.

Estaba claro en todo el castillo que la relación de Devan con Leyton no era un cordial o cercana siquiera, no le decían "Pez Negro" en vano y ciertamente la mitad de las canas del señor de Aguasdulces debían ser mérito suyo pero es que era tan insistente que con el tiempo no había podido adoptar otra postura el joven que la de ser borde y cortante en todo lo que se refiriese a manejar su vida tal como pretendía hacer con sus hermanas. Todos los sirvientes se hicieron a un lado hasta que llegó a su habitación y una vez ahí se arrojó de espaldas, furioso, sobre la cama y puso ambas manos detrás de su nuca mientras observaba el techo, contemplativo, pues había quitado él mismo el dosel tiempo atrás para mirar las figuras que se formaban en la madera sobre él. Se le había hecho tan fácil rechazar de plano la oferta de matrimonio con ella como se le habría hecho de fácil alejar a una Frey. Lo que importaba no era con quién fuese a casarse sino que lo decidiese él mismo y que su padre entendiese ello.

Nah es joda :3