Crónica de un regreso anunciado (Quentyn Martell)

Gerion estaba sentado con las piernas cruzadas, la enorme cabeza de Glotón estaba apoyada en su muslo, el león no le quitaba los ojos de encima como tratando de desentrañar el misterio que les tenía en medio de la playa un día como ese, cuando podrían estar en la sombra, en el palacio comiendo o bien bañándose, pues sí, a diferencia de su hermano le gustaba zambullirse cada vez que tenía la oportunidad, era después de todo un felino peculiar. Gruñón por su parte estaba junto a él en parte sirviéndole de respaldo y almohada, dormitaba plácidamente en la arena, su pecho subía y bajaba a un ritmo que le daba algo de sueño, pero quería mantenerse despierto dentro de lo posible, hasta donde sabía no le quedaban muchos días para contemplar esos parajes a los que ya se había acostumbrado.

Hacía una semana había recibido una carta de su padre, insistiendo en que volviera a casa lo antes posible, tenía sentido, había ido hasta Lanza del Sol con la meta clara de convertirse en caballero y esta ya había sido cumplida. El sistema de pupilaje era más que eso, habían complejos temas políticos tras la costumbre de dejar a tus hijos durante años en casas de otras personas. Cuando comienzan es todo extraño, te sientes como una pieza de ganado que tu familia cambia por un par de monedas, odias alejarte pero sobre todo la forma en que sucede, con una solemne naturalidad, pero con el paso de los años no solo te acostumbras, sientes aprecio por el lugar y la gente que te ha acogido, es el lugar que te vio dejar atrás tu niñez y donde aprendiste cosas que te servirían el resto de tu vida.

La cabeza de Gerion estaba llena de sentimientos encontrados, claro que extrañaba a sus padres y hermanos, especialmente a la pequeña Ellyn que ya estaría hecha toda una dama. Pero dejar atrás Dorne era más que solo su gente y parajes, también era dejar la tranquilidad, su padre lo quería en casa y eso no era por que le extrañara aunque en el fondo esperaba algo de eso tuviera la convocación, era hora de decidir su futuro y el león no creía tener mucha voz en ese tema, si iba era para escuchar las ordenes del león gris, quien de seguro no pediría su opinión.

Aquella mañana se había despertado en una de las estancias de invitados que poseía el palacio de Lanza del Sol. Al abrir los ojos se encontró con el rostro de su "amante", que dormía plácidamente a su lado con algunos mechones de cabello negro cubriéndole parte del cuello. Quentyn le apartó el pelo con suavidad y tras depositar un beso en la carne que había quedado libre se acercó al balcón que lindaba con una de las playas que bordeaban la costa de Dorne. Se estiró bostezando recibiendo las miradas indiscretas de varios criados y criadas que trabajaban en los jardines del exterior. Mierda, había olvidado taparse. Entró sin darle mucho importancia y se puso las prendas anaranjadas que acostumbraba a llevar.

Uno de sus hombres de confianza no tardó en aparecer al otro lado de la puerta para comunicarle la mala noticia. Gerion Lannister regresaría junto al Lord de Roca Casterly. Sabía que algún día llegaría aquella noticia y que le costaría tanto aceptarla como le había pasado con otros pupilos que habían convivido con él desde edades muy tempranas. Pero Gerion había sido casi como un hermano para él. El niño que muchas veces había parecido mucho más maduro mentalmente que él. Aquel niño se había convertido en hombre y su padre reclamaba sus servicios ahora. Deseó poder hacer algo, ¿pero el que? supuso que para el león tampoco sería fácil.

Salió del palacio con algo de comida en las manos comprobando como llenaban algunos estanques de las jardineras interiores. Cuando era pequeño nunca había entendido porque no podían rellenarlos con el agua del mar. Cuando probó el agua salada de la playa por primera vez se llevó una enorme decepción pues siempre había creído que si cruzaba el Mar Angosto sin provisiones de agua podría beber directamente del mar. Estúpido dorniense.

Llegó a la playa escuchando la respiración de uno de los leones que descansaba justo al lado de su amo. Le tenía mucho respeto a aquellas criaturas, principalmente por lo mucho que les habían crecido los colmillos. No podía creer que aquella podía ser la última vez que los vería.

- Gerion, me han contado las nuevas...

Se sentó cerca del Occidental guardando una distancia prudencial con los gatos. Cogió un poco de arena con la mano derecha y dejó que se escurriera entre sus dedos. Necesitaba bromear, romper el hielo de alguna forma.

- Ojalá hubiera otra forma. ¿Crees que tu Señor padre notaría la diferencia si le enviamos a una de las prostitutas rubias del burdel?

El va y ven de la respiración de Gruñón cambio de súbito y Glotón dejó de apoyar su cabeza para girarla, entonces vio que alguien se acercaba. Paso su mano por el suave pelaje del león que se había puesto en alerta, sabía no haría nada incorrecto además que quien llegaba era alguien bastante conocido para sus compañeros, Glotón por su parte parecía estar más atento en la comida que sostenía el príncipe de Dorne más que en su presencia. Quentyn Martell era hermano del señor de Lanza del Sol, si veías su posición y la comparabas con la suya podías encontrar varias similitudes, para alguien que no les conociera realmente, ni a ellos ni a sus familias. Pero Gerion sabía el compararse con su amigo era una perspectiva algo ilusa de su parte, por más que le mirara no podía encontrar un punto en que su posición le diera ventaja sobre el Martell.

Quentyn era nueve años mayor que el Lannister, cuando llegara a Lanza del Sol había asumido la diferencia de edad asi como la que se daba entre personalidades, serían obstáculos que no podrían ser sorteados. Se equivocó rotundamente. Quentyn era alegre y dicharachero, no temía decir o hacer lo que quisiera cuando quisiera. Esta situación le chocó de sobremanera, no comprendía como siendo el hermano del señor tenía tantas libertades, su mayor logró para con su padre había sido conseguir le permitiera quedarse con sus leones, y no había sido nada sencillo, el pensar que en dicha posición podría actuar como lo hacía el Martell era impensable, pero ahí estaba el príncipe del desierto, viviendo la vida como si no hubiera un mañana. Al principio sentía algo de celos, esta paso a ser admiración y por último amistad, le resultaba gracioso pensar que diría su padre de aquello, pues en parte era lo que buscaba al enviar a su hijo como pupilo, pero dudaba el león gris hubiera pensado bien las consecuencias de esto más allá de una posible artimaña política, la cercanía del dorniense había ayudado al león a crecer, ser menos retraído en su actuar y a disfrutar más de la vida.

Y ahora le pedían dejara todo eso para regresar a casa.

- Si... - Dijo desanimado mientras Quentyn se sentaba. Las palabras del dorniense hicieron se dibujara una sonrisa en su rostro. - Quien sabe, mientras tenga alguien a quien prometer no creo note la diferencia. - Rió un poco forzado, en parte porque por triste que sonara no dejaba de ser un punto de vista realista. - Intentaré alargar cuanto pueda mi regreso... - Entendió entonces lo mal que debía sonar su postura, después de todo Roca Casterly era su hogar. - No es que no extrañe a mis padres y hermanos... - Se justificó. - Es que... bueno, tú sabes. - Recordó entonces que Quentyn de hecho no tenía como saberlo, el jamas había sido forzado a nada más allá que asistir a alguna ceremonia, nunca se había tenido que casar para formar alianzas ni nada parecido. - No sé en que terminara todo eso, hasta donde tengo entendido mi padre podría considerar una buena idea me uniera a la guardia real...