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Lion's eyes (Gerion Lannister)

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Mensaje por Shiera Seastar Miér Sep 17, 2014 9:53 pm

Mes IX, día 18.
Anochecer
Jardines tras la Fortaleza Roja.


-R’hllor –cantó la Stella, con los brazos a cada lado del brasero. Las llamas se alzaron queriendo lamer el cielo escarlata-, tú eres la luz de estos ojos, el fuego de este corazón, el calor de estas entrañas. Tuyo es el sol que calienta los días; tuyas, las estrellas que nos guardan en la noche oscura. –Sus ojos estaban clavados en la danza del fuego, agitado suavemente por la brisa tibia proveniente del mar.- Oh, Señor de Luz, te doy las gracias –alzó el rostro y cerró los párpados, dejándose llevar por el calor que la envolvía; tenía las mejillas enrojecidas y los cabellos plateados danzaban también. En los zafiros y las esmeraldas se reflejaban las llamas hambrientas, deseosas de abrasar todo a su paso-. Te doy las gracias por otro día más de vida, por otro día más de lucha –sus manos contorneaban el fuego y las palmas de éstas también estaban enrojecidas-. ¡R’hllor, protégenos! ¡Señor de Luz, bendícenos! Protege a mi familia, a los inocentes que sufren con esta guerra. Guía a mis hermanos por el camino de la luz, muéstrales la verdad y protégelos de aquellos enemigos que dicen ser sus amigos. Oh, Señor de Luz, Padre de todo, protege a mis sobrinos de toda la maldad que los rodea, muéstrales también el sendero de la luz. Y a mí, R’hllor, dadme fuerzas para guiarlos por medio de ti, para advertirlos de los peligros, para luchar por o con ellos. Dadme fuerzas para soportar el peso que llevo, oh Señor de la Luz. Mantén a raya los temores que se mueven sigilosos en la penumbra, porque la noche es oscura y alberga horrores. –y las llamas parecieron cobrar vida con esas últimas palabras; un gruñido de fuerza pareció bramar de entre las brasas y el fuego se alzó varios palmos más arriba de la Seastar. Tanta fue la vitalidad que cobró, que Shiera temió provocar un incendio en los jardines de la Fortaleza roja.

Pero no, su Dios no destruía la naturaleza porque también era parte de él. El rostro se le llenó de admiración cuando R’hllor respondió a sus plegarias levantando los brazos llameantes hacia el cielo; Shiera respiró profundo y contuvo el aliento apreciando con éxtasis la escena envolvente de las llamas danzando con salvajismo, mientras percibía como el calor de su Señor de Luz la quemaba por dentro; su corazón ardía, su sangre ardía, sus labios y su boca; sus ojos habían adquirido un color rojizo producto del reflejo de las llamas, pero parecía propio de ellos. Hasta sus cabellos como plata parecían adoptar el color del fuego. El calor le recorrió el vientre, descendiendo por dentro de su sexo para colmarla de una sensación exquisita que provocó en ella el orgasmo; ese que solo su verdadero esposo de fuego podía darle. Ningún hombre jamás, por mucho que fuera Brynde o Aegor, o cualquier otro, podría hacerle sentir aquello que le hacía sentir su Dios. La conmoción de saber que eran uno solo con R’hllor, que era su sierva, su amante y su hija a la vez.

El cielo comenzaba a tornarse de un azul oscuro y las estrellas parecían despertar con su luz plateada, iluminando junto a la luna el mundo. El viento que soplaba desde el mar se volvió un tanto más frío y fiero, agitando las telas de su atuendo; pero Shiera apenas sufría las inclemencias del frío, pues el calor de su Dios reinaba en su interior. Las llamas fueron descendiendo lentamente, y tras unas horas se volvieron brasas ardientes, en las que aun danzaba un pequeño fuego. Shiera no apartó la mirada de él; estaba buscando una visión enviada por R’hllor sobre sus hermanos, sobre el futuro de su familia. Pero desde su llegada a Desembarco, por más que buscara, sólo veía nieve, humo y agua. A veces el agua se transformaba en ríos caudalosos de sangre y entonces la pelirrubia apartaba la mirada, temerosa de lo que ello pudiera significar. Esa noche no fue diferente y pese a que la Seastar permaneció ante el brasero hasta que el calor desapareció de los carbones consumidos, el Señor de la Luz no le mostró nada.

Alzó la mirada; no se había dado cuenta de cuánto tiempo había pasado. Al servicio de su Señor las horas se paralizaban y bien podía pasar un minuto, o mil años. Los ojos le escocían y le lloraban debido a la prolongada exposición al fuego al que la Stella los había sometido, pero no era nada que no conociera de antes. Sus oídos volvieron a prestar atención a lo que la rodeaba; el sonido de las olas al lamer las rocas, el del viento susurrando, el de las hojas que danzaban al aire; era una noche fría y solitaria.

En la Fortaleza Roja el bullicio había disminuido considerablemente, lo que le indicaba a la bastarda que muchos se habían marchado a sus aposentos y los únicos que rondaban como fantasmas en el castillo eran los caballeros de la Guardia Real, con sus capas blancas ondeando al viento y sus armaduras brillando bajo la luz plateada de la luna. “Y los espías –se recordó, jamás debía olvidarlo-, Desembarco está lleno de espías; cuervos con plumas negras llenas de sangre y picos rebosantes de mentiras. Esta es la hora en la que salen a susurrar en oídos de otros, a armar sus trampas” ¿Era Brynden Ríos uno de ellos? ¿Era esta la hora en la que el Cuervo de Sangre batía sus alas pálidas y emprendía el vuelo? Shiera amaba a su hermano, amaba al hombre que era y al amante en que se convertía en las noches cálidas. Pero sabía que era un cuervo, después de todo “Alas negras, palabras negras”. Y Bryden siempre se lo recordaba, como para hacer que no olvidara que él conocía cada uno de los pasos que la Seastar daba, cada una de las palabras que salían de su boca, cada uno de sus movimientos. Pero la Stella también tenía siervos a su servicio y también contaba con un Dios que le mostrase cosas. Y era libre, a pesar de todo, de hacer lo que quisiera.

Se volteó hacia el este, observando a lo lejos el terreno que se extendía hasta perderse y quedar fuera del alcance de sus ojos “Las Tierras de los Ríos –el solo pensamiento pareció encogerle el corazón- ¿Dónde estáis, Aegor? ¿Piensas en mí, os preocupáis por mí, tanto como yo por ti? ¿Con cuántas palabras de resentimiento habéis alimentado los oídos de Daemon? ¿Te habrá escuchado? –preguntó en silencio al aire, pero el viento no le trajo respuesta alguna; aquello solo logró hacerla sentir más sola-. ¿Me extrañáis y necesitáis tanto como yo a ti?”.-Los estoy perdiendo a los dos –se oyó decir; lo había pensado, pero sus labios recitaron las palabras angustiosas en Valyrio-. Los estoy perdiendo a todos… a Aegor, a Brynden, a Daemon y a Daenerys. A Daeron y a mis sobrinos… He venido en busca de su compañía y su confianza, pero solo he encontrado soledad, recelo, resentimiento –las lágrimas empezaron a correr lentamente por sus mejillas; primero calientes, luego tibias, luego frías. Se llevó una mano al busto frondoso, para posicionarla sobre el lugar del corazón; justo allí sentía un vacío y un dolor enorme.

El sonido de una rama al romperse la sacó de su melancolía y la obligó a girarse para buscar con la mirada al intruso. Había un olor distinto en el aire, alguien se movía entre las sombras cual servidor del Otro, espiándola, oyendo sus palabras. Su diestra fue lentamente al interior de la manga de la surda, pues dentro de ella guardaba en un bolsillo una daga que le había regalado Aegor antaño, para que supiera defenderse de aquellos que quisieran dañarla. La llevaba siempre consigo. Sus ojos dispares y felinos comenzaron a buscar entre los arbustos al posible intruso, mientras se movía lentamente hasta el brasero; si alguien aparecía no dudaría en usar el poder de las llamas a su favor. Entonces su mirada se encontró con otra, que la miraba a unos cuantos metros de distancia; eran un par de ojos tan felinos como los de la Seastar, de un color verde-dorado. El león soltó un gruñido de enfado y comenzó a caminar hacia ella cual depredador que ha divisado a su presa. “Los leones del Lannister –pronto le vino a la mente la imagen de las adorables mascotitas que el tal Gerion Lannister había decidido llevar consigo a Desembarco, y pese a que no se alojaba en la Fortaleza Roja, seguramente por temor a causar inconvenientes, uno de sus leones parecía haber encontrado comodidad en los jardines tras ésta-. O él los ha enviado, o éste se desvió del camino.” Sonrió ligeramente pues aquellos animales no le inspiraban el menor miedo; había conocido bestias peores en sus viajes por Essos. Pero como toda persona cauta, había aprendido a respetar a otros seres vivos.

-Tú debes ser Gruñón –la voz de la Seastar era calma y melodiosa-. No debes temerme, Gruñón, ni tampoco aborrecerme. No os haré daño. –dijo en Valyrio y el animal pareció entender sus palabras. Su surda fue hasta las brasas que apenas brillaban y desprendían calor, pero al pasar la palma de la mano por éstas, parecieron cobrar vida; las llamas danzaron. Danzaron en las esmeraldas y zafiros de su collar, y en los ojos azul y verde de la Estrella de Mar. Pero también danzaron en los verde-dorados del león. Él sintió su calor y ella supo que no correría peligro; era un hijo de R’hllor, eran hermanos por naturaleza.
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Mensaje por Gerion Lannister Mar Sep 30, 2014 1:53 pm

¿Por qué los siete le castigaban de esa manera? ¿Era por inventar excusas para volver a casa mintiéndole a su padre o acaso los dioses disfrutaban con su sufrimiento? Podía imaginar a los dioses en su cabeza, representadas por las estatuas del septo de Baelor pero móviles, imitando al pobre rubio y riéndose a carcajadas de su desdicha, la Doncella cubriendo su risa con un pañuelo como la más refinada de las señoras mientras que el Caballero estaba de estomago en el piso en una risotada incontenible. En la escena creada por su mente cada uno de los dioses reía a su manera, la voz de la vieja era particularmente molesta, pero lo que más llamó su atención eran los ojos del desconocido, clavados en su persona y esbozando una tenue sonrisa, era como si pudiera romper los lazos de la imaginación del león y su accionar escapara a su control.

Había sido un día terrible para Gerion Lannister, en todo el sentido que la palabra terrible podía ser utilizado. Durante el día uno de sus leones le había desobedecido y le había seguido hasta la fortaleza roja, todo el conflicto acabó de una forma inesperada, con él montando a su león para entrar en medio de un patio de armas y viéndose obligado a aceptar el desafío a combate de un hombre que le sacaba más de dos cabezas de alto. El criador de leones hizo lo que pudo para solventar dicho encuentro, no con los mejores resultados, le dolía todo el cuerpo el cual al día siguiente mostraría moretones que las vendas bajo su ropaje no podrían enmascarar. Al finalizar ese tormentoso encuentro logró llevar a su bestia descarriada hacia la casa en las afueras de la ciudad donde se alojaba, aunque sería correcto decir Glotón le llevo sobre su lomo a rastras, había terminado bastante molido y agotado, el león parecía haber comprendido todo eso había sido su culpa y le había llevado a paso lento y sin desviarse del camino, cosa muy rara en él.

Cuando por fin llegó a la posada la mujer que la dirigía se "ofreció" a atender sus heridas, por no decir que tuvo que sumar un par de dragones extra a su cuenta por ese servicio especial, pero por lo menos se pudo relajar unos momentos, momentos que duraron bastante poco pues notó que algo faltaba en esa escena donde Glotón estaba a los pies de su cama mirándole con pena. Gruñón, su otro león, no había venido a recibirle ni había dado señales de vida alguna, era bastante raro por lo que le pregunto a la mujer la cual le explico que no le había visto en todo el día. Las piezas de la escena se formaron en la cabeza del rubio, recordaba Glotón había llegado con una herida en el rostro de seguro hecha por su hermano cuando el hiperquinético animal tratara de seguirlo pese a que eso implicaba desobedecerle. Gruñon no había logrado detener a su hermano... entonces de seguro había ido tras él para evitar se metiera en problemas...

Gerion dio un salto de la cama que alarmó a su compañero.

Había sido un idiota por no darse cuenta antes, ya empezaba a oscurecer, a diferencia de su hermano Gruñón era bastante más sigiloso, cuando anocheciera podría moverse con mayor libertad amparado por la penumbra, entonces comenzaría a buscar a su hermano sin saber que ya estaba de regreso en la casa. Gruñón no era un león dócil como Glotón, no gustaba saludar a la gente a menos que él estuviera presente y siempre se quejaba al respecto, de ver a un grupo de personas Glotón haría alguna gracia, como si fuera un gato de tamaño enorme, pero no su hermano, sabía no dañaría a nadie pero era más intimidante que su hermano además que no estaba él presente para dar las explicaciones del caso... si un guardia le atacaba, Gruñón se defendería hasta la muerte... la muerte del guardia, si eso pasaba tendría a su padre sobre su hombro en un abrir y cerrar de ojos, reclamando cumpliera la promesa que hiciera cuando fuese solo un niño. Mientras cabalgaba en el león alfa hacía la fortaleza roja, a duras penas manteniéndose sobre la bestia, no pudo evitar maldecirse por su descuido mientras su mente jugaba con imágenes de los peores escenarios posibles.
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