Casting: Robb Stark

Si algo aprendían los norteños desde muy jóvenes es que adentrarse en el Bosque de los Lobos por la noche era una actividad muy peligrosa, por lo que no acostumbraban a rondarlo a deshoras, no obstante Robb Stark nunca había sido precisamente un norteño muy prudente. –Te digo que no pasara nada, cuanto antes lleguemos a Bosquespeso será mejor.– le repetía constantemente a su acompañante, mientras avanzaban en el lomo de un par de caballos fuertes.

Su acompañante no era otro que Ser Rayman, un caballero que rondaba ya los 40 años. Había llegado a Invernalia 15 años atrás, y desde hacía 10 fungía como instructor de armas del heredero de la casa Stark. Era un caballero curtido en batalla que a menudo se preguntaba si la severidad de su entrenamiento había influido en el comportamiento agresivo de Robb. –Luchas con la misma intensidad de un salvaje– acostumbraba a recordarle al final de cada enfrentamiento. –Pero no todo es agresividad, debes pensar mejor tus estrategias.– remataba siempre con una frase condescendiente similar a esa.

El joven lobo era muchas cosas, pero no una persona sutil, por lo que las respuestas ingeniosas estaban fuera de su alcance. Se limitaba a sonreír cínicamente cada que alguien intentaba reprenderlo o hacerle cambiar de parecer. Aquella noche estaban cabalgando en el Bosque de los Lobos debido a que su padre le había encomendado la tarea de hablar con Lord Glover. Tenía ya 5 años que ningún Stark los visitaba por lo que se sentían un tanto olvidados, así que la tarea del joven heredero era conseguir calmar esos sentimientos.

–Recuerda que estamos solo para estrechar lazos, no para que insultes a nadie– las palabras de Ser Rayman eran exactamente las mismas que Lord Rickard le había dicho tras anunciarle aquella tarea. Todos conocían la fama de salvaje que cargaba Robb, pero su padre esperaba que con ese tipo de tareas aprendiera un poco más de diplomacia o al menos sus banderizos se acostumbraran a los modos de su hijo, después de todo si bien era un muchacho pendenciero y bruto de modales, también era cierto que todo aquello resultaba encantador a los ojos de la mayoría de los norteños.

La noche avanzaba con ambos hombres en silencio, atentos a los sonidos a su alrededor. A menudo escuchaban aullar a los lobos a la distancia. –Al menos ellos se están divirtiendo– pensaba Robb, imaginando que los lobos estaban cazando. Ser Rayman no compartía su entusiasmo asi que desde que la noche había caído sobre ellos llevaba su espada desenvainada. Continuaron su camino sin detenerse hasta que de pronto escucharon los aullidos a sus espaldas momentos antes de que ambos terminaran rodando por el suelo.

Envueltos en la confusión del momento ambos guerreros se enzarzaron en duelos particulares en contra de las bestias. Se trataban de ejemplares jóvenes, aunque fuertes. Más por instinto que por habilidad Robb Stark fue capaz de evitar dos mordidas haciéndose para un lado mientras rebuscaba entre sus ropas por algún cuchillo corto, para cuando lo encontró tenia a la bestia encima de él con las mandíbulas aferradas a su antebrazo. Apenas tuvo tiempo de encajar la navaja en el cuello del lobo con ayuda del brazo que tenía libre. La bestia emitió un último aullido de dolor antes de dejar caer su peso sobre el joven Stark.

Se puso de pie lo más rápido que pudo buscando con la mirada al viejo caballero. Estaba doce metros más adelante, desenterrando su espada del vientre de su atacante. Aunque igual cansado, él solo tenía gran parte del jubón desgarrado y una herida poco profunda en el pecho. –Espero que estés contento– dijo con evidente mal humor. –Realmente lo estoy– respondió con orgullo Robb, antes de soltar un escupitajo de sangre. –¿No te das cuenta?– pregunto un tanto desesperado. –¡Hemos conquistado el bosque de los Lobos!– añadió antes de soltar una risotada.

Aún tenía la boca llena de sangre, y el brazo le dolía mucho, pero no daba muestras de dolor, por el contrario una débil sonrisa comenzaba a dibujarse en su rostro, como la de un chiquillo que ha encontrado el frasco de golosinas escondidas. Las cicatrices que le quedarían en el brazo solo servirían para tener una nueva anécdota que contar al llenarse el vientre de vino. –Eran solo lobos jóvenes, imprudentes, no debieron alejarse de la manada y atacar por su cuenta– apunto el caballero, si bien hablaba de los lobos que acababan de matar, sus ojos estaban fijos en Robb.

El heredero capto el mensaje de su mentor, pero no estaba del todo de acuerdo. Le sostuvo la mirada por unos instantes antes de dedicarle la sonrisa más grande del día. La sangre le escurría por las comisuras de los labios dándole un aspecto de demente. No se podía discutir con la sensación de estar vivo… ni con la naturaleza del joven Stark.