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[Casting] Jania Greyjoy

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Mensaje por Jania Greyjoy Mar Jun 10, 2014 7:46 pm

El hacha voló en dirección a su espalda. Fue un movimiento rápido, veloz, con un trayecto tan corto que el fugitivo apenas había avanzado su tercer paso. El chillido, o más bien gorgoteo que llegó a pronunciar cayó en el olvido por una muerte rápida e indol… ¡qué diantres! Le tenía que haber dolido casi tanto como un pisotón en los huevos. En última instancia, el trayecto del arma se había desviado ligeramente abriéndose hueco sobre el cráneo. Su asesino se abrió paso entre los presentes, incrementándose el sonido de sus botas cuando chapoteó sobre la sangre. Agarró el mango con fuerza y tiró de él para extraer el acero; después, se lo acercó a los labios y lamió la sangre. Escupió asqueada. “Ribereños…”, masculló. Finalmente, se giró y chasqueó la lengua con gesto hastiado.

Bueno, qué, ¿seguimos?

Uno de los rehenes contuvo el sollozo a duras penas. Todos temblaban, y probablemente alguno de ellos se hubiera meado en los pantalones; por suerte para él, el suave oleaje le bañaba la cintura de vez en cuando. El sacerdote carraspeó e hizo sonar la retahíla de conchas que le adornaban la porra.

Señor Dios que te ahogaste por nosotros, permite que tu siervo renazca del mar, como renaciste tú. Bendícelo con la sal, bendícelo con piedra, bendícelo con acero.

Lo que está muerto no puede morir —musitó el último de los presos.

El miedo brotaba de sus labios en forma de vaho.

Lo que está muerto no puede morir, sino que se alza de nuevo, más duro, más fuerte.

Ahora llegaba su parte favorita; no la del reo, sino la de Jania. Les agarraron de los cabellos con fuerza y empujaron hacia el fondo. Sus cabezas quedaron sumergidas, y tan pronto como el primero de ellos dejó de patalear, los hijos del hierro golpearon sus armas y vitorearon eufóricos. Había sido una buena jornada. El día amaneció con una espesa neblina que favoreció el asalto; las antorchas que portaban fueron difíciles de avistar desde las almenas y con el solo uso de sus escudos como tambores amedrentaron a los ciudadanos. Si había algo que le gustaba a la Greyjoy era sentir la sangre caliente golpearle la cara, imitar la rotura de las olas contra las rocas e impregnarle la piel con un olor férrico y salado. El saqueo se había saldado con pocas bajas entre sus hombres, varios rehenes capturados para la servidumbre y una buena cantidad de tesoros. Las Tierras de los Ríos eran siempre una gran fuente de recursos, y aunque soñaba con viajar más allá del Mar Angosto y saborear las mieles de una victoria algo más exótica, por lo pronto se conformaba y disfrutaba de todo cuanto conseguía. Se encontraba debatiendo el reparto del botín con su segundo al mando cuando un hombre enorme, de larga melena rubia y espesa barba le echó el brazo por encima del hombro.

¿Cuántos? —preguntó ella.

Ocho de once. Nada mal para tratarse de la escoria ribereña, ¿eh? El Dios ha sido generoso con ellos.

Ocho de doce —corrigió bajando la vista a su hacha—. Que lancen a los ahogados al mar como ofrenda. A todos excepto al fugitivo, a ese que lo entierren lejos de la orilla y cubran su cuerpo con excremento de animal.

«No merece ensuciar las estancias del Dios con su asquerosa sangre», se dijo. Tras obedecer sus órdenes, los hombres cargaron los barriles de una taberna incendiada al barco y repartieron jarras, pescado frío y carne asada de gaviota para todos. A Jania no le gustaba el vino de Poniente, por lo que dejó que sus tripulantes bebieran todo cuanto quisieran mientras ella se llenaba el buche con cerveza destilada en tierras isleñas. Pronto comenzaron las apuestas, los insultos y las danzas del dedo. Que Jania fuese una mujer no la excluía de la diversión. Tras dar su último bocado y enjuagarse la boca con alcohol, se quitó la sobrecamisa y arremangó.

¿Algún valiente que tenga la polla lo suficientemente gorda como para enfrentarse a su capitana? —exclamó llevándose la mano a la entrepierna.

Entre risas, uno de ellos —de barriga ya prominente y fuerte aliento— empujó al resto y se abrió paso a base de rugidos. El hacha comenzó a danzar de un lado a otro con rapidez. Cada vez que se separaba de las manos del contrario, parecía cortar el viento y gemir a su tiempo. De pronto, un bramido y el sonido del metal sobre el suelo.
[…]

Abrió los ojos cuando el graznar de una gaviota posada sobre el ventanuco le atravesó los oídos; acto seguido, un pichel la golpeó de tal manera que el ave cayó al mar. Tenía una resaca de mil demonios, y no estaba con ánimos de que el Dios de la Tormenta viniera a darle por culo más de lo que ya lo había hecho el que se atrevía a compartir su lecho. Ardiendo en deseos de meter la cabeza bajo agua, separó la cara del pecho sudado y velludo del hombre.

Despierta. Apestas a gangrena —murmuró con una mueca antes de apartarlo a empujones de ella.

Arrastró los pies hasta un enorme barril del que cogió agua para frotarse el cuerpo y enjuagarse el rostro. Vestirse no le llevó más de unos minutos; sin embargo, mientras se recogía los cabellos en una coleta le sobrevino un “zas” a los oídos. En un abrir y cerrar de ojos su mano atrapó la muñeca del hombre que había hecho sonar sus nalgas.

Si no quieres que te arranque el resto de dedos, mejor métetelos por el culo —amenazó.

Un sol ligeramente más radiante del que les había recibido en las Tierras de los Ríos un par de días atrás bañaba los acantilados de Pyke. En el puerto aguardaban los pescadores, las esposas de sal de algunos de sus compañeros y, destacando entre todos, la pequeña comitiva de rudos isleños que normalmente acompañaban a su hermano. Avanzó ligera entre los que descargaban, bajando la rampa casi a trompicones, y se acercó a Thevon con una amplia sonrisa. Lo abrazó bruscamente, sin demasiadas carantoñas, y golpeó sus brazos ligeramente para comprobar que seguía en forma.

Hermano —dijo—, te he traído un regalo.

Rebuscó en el zurrón y sacó de él un frasco envuelto en tela de esparto. Tras desenvolverlo, Thevon se echó a reír. Un par de dedos flotaban en ron; los dedos que “ganó” en la danza de la noche anterior.
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Mensaje por Aelinor Targaryen Mar Jun 10, 2014 8:44 pm



Jania Greyjoy
APROBADO

¡Felicidades! El personaje es tuyo. El enfoque que le das es uno verdaderamente apasionante, fiero y que sin duda dará de qué hablar.
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