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Love is cruel as the desert. [Daenerys Targaryen] (FlashBack)

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Mensaje por Shiera Seastar Vie Ago 08, 2014 7:40 pm

Atardecer
Año 195, mes VII
Lanza del Sol.

El aire parecía estar cargado de pesar y melancolía, y ni siquiera el aroma salino del mar podía aplacar la pena que se respiraba. Los ojos violetas la escudriñaban de arriba abajo con un gesto que estaba entre la alegría y la tristeza, con un dejo de desconfianza; no se habían criado juntas desde niñas, pero sí mantenían un lazo de amistad similar al que se tiene con una hermana mayor. Shiera siempre recordaba que, cuando era una chiquilla y estaba en Desembarco, todos sus secretos se los contaba a Daenerys, y viceversa. Siempre que volvía de Lys a la capital, iba a ver a su medio-hermana para contarle todas las cosas que había visto y conocido, y pese a que ella era mayor por unos años, parecía tan emocionada como una niña.
Y cuando le hablaba de Daemon los ojos le brillaban… eran unos orbes hermosos, cargados de ternura y compasión, llenos de resolución y determinación. Eran los ojos de una Targaryen, y por eso a veces Shiera la envidiaba. Pero ahora, parada frente a ella, Daenerys lucía totalmente diferente y estaba segura que para ella la Seastar también era alguien completamente extraño, ajeno.

-Mi señora, habéis cambiado…  -susurró Shiera, estirando sus manos para tomar las de la Targaryen.- No me malinterpretéis, por favor… Estás diferente, pero al mismo tiempo seguís igual. No sé cómo describirlo, mi querida Dany.

Pese a que normalmente Shiera era una mujer desconfiada de todos, desafiante, misteriosa y peligrosa para muchos, con su familia era otra cosa. A Dany la estimaba y quería mucho, comprendía el dolor por el que pasaba, porque era muy parecido al que ella misma vivía todos los días. Ambas lo sabían, eran similares, pero muy distintas. El matrimonio la había cambiado, pero la rebelión que recién comenzaba parecía cargar sus hombros con un doloroso peso, uno que ella no merecía. Qué injusta era la vida, pensaba Shiera, para aquellos que deseaban entregarse al amor verdadero y que por cuestiones de política debían alejarse de sus sueños. Si eso era lo que significaba ser una princesa, una joven de alta cuna nacida en una rica familia, la Estrella de Mar no lo quería. Ella prefería su vida falta de ciertos lujos, su libertad y su capacidad de amar a quien quisiera, a llevar un apellido que parecía ser más una carga que un alivio.

El calor la sofocaba pese a los ropajes delgados con los que iba ataviada; un vestido de seda similar a un tokar. Estaba sujeto solo por un hombro, dejando los brazos al descubierto. En el torso se pegaba a sus curvas como si fuera una segunda piel, una bastante asfixiante, pero la falda caía medianamente holgada permitiéndole un respiro. Era del color de la plata y tenía adornos de hojas rojas, similares a las de un arciano. Sus cabellos rubio-platinados caían sobre su espalda, largos hasta casi rozar sus nalgas, pero se hallaban peinados de tal forma que no le molestaban en la cara.
Pese a que corría viento, en Dorne el aire era tan seco y caliente que la poca brisa que corría era más tibia que fría; parecía que el aroma salino y refrescante del mar se había difuminado casi por completo, pues allí, en Lanza del Sol reinaba más el desierto que la cosa. Esta última se encontraba a unos cuantos kilómetros de distancia, allí donde horas atrás había desembarcado.

La aventura vivida a bordo del Leviatán sin duda había sido divertida y fructífera, habían varias cosas que quería hablar con sus amores sobre ello, pero primero tenía que averiguar qué era lo que pasaba exactamente en Poniente. Las noticias de la rebelión llegaron hasta Lys, pero aun así no tenían todos los detalles que ella necesitaba saber.- Daenerys, hermana… -la Seastar se aclaró la voz, las manos le temblaban de miedo- dime que están todos bien, por favor… -susurró apenas. Sabía que Daemon deseaba levantarse en armas desde hace tiempo, pero temía por el futuro de los que arrastraba con él: Aegor y Brynden por sobre los demás. Dany le preocupaba, pero estando al sur del continente no corría tanto peligro… por ahora. Si las cosas eran tal cual como le había contado el capitán de la Doncella del Dragón, la guerra llegaría a su medio-hermana más rápido de lo que tardaban en pestañear. Shiera no iba a dejar que eso pasara, su familia era sagrada.


Última edición por Shiera Seastar el Sáb Ago 09, 2014 9:02 pm, editado 1 vez
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Mensaje por Daenerys Targaryen Sáb Ago 09, 2014 8:03 pm

El suelo de mármol claro estaba colmado del reflejo colorido de los vitrales como si de un mapa se tratase. Los colores vivos y las figuras, se arremolinaban en el suelo y danzaban como si tuvieran vida propia gracias a la luz del día. Desde lo alto de la Torre del Sol, Daenerys podía ver el mar en la distancia, a través de los ventanales de cristal tintado. Sus manos blanquecinas se cruzaban sobre su regazo en una pose que mantenía su porte real tratando de esconder la melancolía. Los últimos rayos de sol bañaban su rostro con un calor familiar haciendo que su cabello platinado brillara como una cascada de plata que caía sobre su cabeza. El vestido color oro que la Targaryen había escogido para ese día, parecía destellar con vida propia a cada movimiento que ella hacía, con una seda tan fina que se ajustaba a ella como una segunda piel y sobre su cabeza, descansaba una pequeña corona con amatistas incrustadas. Su corona maldita. Parecía que Daenerys había escogido a propósito ese conjunto, para así hacer juego con toda la habitación.

Unos pasos resonaron a su espalda, creando un eco que chocaba contra la cúpula de oro sobre sus cabezas. La ojivioleta giró el rostro sobre su hombro con cautela, para así encontrase con su media hermana: Shiera. Algo se rompió en el interior de la Targaryen, había pasado tanto tiempo desde que tenía contacto con alguien de su familia y ahora con Shiera enfrente era imposible no traer a la vida viejos recuerdos. Se giró por completo, con la luz a sus espaldas haciéndola lucir como una figura etérea y divina. Podía sentir la mirada de su media hermana contemplándola, como si aun extraño se tratase; Daenerys se preguntaba si su mirada no era igual hacia ella. Los años habían pasado tan rápidos y fugaces que era muy difícil distinguir a la niña de la mujer; aun con Shiera enfrente aun podía ver los fantasmas de la niñez, a dos pequeñas rubias intercambiando juegos y secretos.

Los labios de su media hermana se abrieron primero para musitar unas palabras que a la Targaryen le parecieron de otro mundo. Había pasado tanto tiempo. Shiera ya se encontraba frente a ella y tomo sus manos, su tacto era cálido y familiar; era como regresar a casa otra vez.  La preocupación en los ojos de la Seastar era palpable y reconocible, una preocupación que recorría los huesos de  Daenerys día y noche. Ella podía sentir como todo se le venía encima de repente, como su realidad le golpeaba el rostro como cada mañana, pero debía vivir con ello, era el deber de todas las mujeres que nacían en la alta cuna. La Targaryen había crecido consciente de ello, de sus deberes como princesa, pero por un momento, un preciado momento, envidio la libertad de Shiera con todo su ser.

-Shiera...-sin poder evitarlo un momento mas y perdiendo toda la compostura de una princesa, Deanerys se lanzó sobre los brazos de su hermana. Olía a Shiera, a casa y a mar, una mezcla de aromas que siempre la acompañaban y al cerrar los ojos era como estar en Desembarco de nuevo, un recuerdo que la llenaba de melancolía. Podía sentir a su hermana temblar bajo su abrazo mientras preguntaba por el bienestar de su familia- Mi pequeña stella... están bien, lo prometo- finalizó la Targaryen con un tono suave y tranquilizador aunque el miedo le comiera las entrañas. Los rumores de la rebelión no eran simples cuchicheos de sirvientes en los pasillos del palacio, era algo real algo que iba a suceder, algo que Danerys no sabría afrontar cuando llegase el momento.
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Mensaje por Shiera Seastar Sáb Ago 09, 2014 9:01 pm

El abrazo de su media hermana pareció transportarla al pasado, a los años en los que Shiera volvía a Desembarco tras una temporada con su familia materna en Lys. En esos tiempos todo parecía fácil y divertido, todo era problemas pasajeros y simples. En los actuales no lo era, definitivamente. Cuando había partido de Lanza del Sol rumbo a Lys, tras el matrimonio de Daenerys y Maron, algo le decía en lo más profundo de su corazón que se avecinaba una tormenta. Sus sospechas fueron confirmadas a medias por su familia una vez estuvo en la pequeña isla. Pero su miedo creció en Asshai, pues incluso allá se hablaba de la rebelión de los Fuegoscuro. Cuando Shiera se atrevió a consultar las llamas en busca de respuestas claras, la visión que le entregó R’hllor fue totalmente desesperanzadora. Veía a sus hermanos luchar en un campo sin nombre, las flechas surcaban los cielos, oscureciéndolos, y los hombres caían sin vida. Calaveras, calaveras por todos lados… Y sangre.

Después de ello el viaje de vuelta a casa estuvo lleno de rumores e incertidumbre; la Estrella de Mar le rezaba día y noche a su Dios para que apaciguara los ánimos bélicos en Poniente y para que protegiera a sus hermanos, a todos, sin importar la madre que tuvieran. Temía por Aegor y Brynden, pues sabía bien la enemistad que los dividía… una enemistad que surgía directamente de la Seastar. Muchas noches tuvo pesadillas terribles donde veía como sus hermanos se mataban entre sí por ella. Ella acudía a salvarlos y moría junto a ellos; una noche moría junto a Aegor, bañada en su sangre. Otras junto a Bryden. No tenía descanso por en sueños, sólo sombras, por lo que la bastarda prefería no dormir.

Cuando desembarcó en Lanza del Sol lo primero que hizo fue preguntarle al capitán de la Doncella del Dragón por la situación en Poniente. El hombre palideció enseguida con su pregunta y apenas se atrevió a decirle un poco de lo que pasaba; Daemon y Aegor habían escapado de la capital justo después de enterarse de que el rey Daeron planeaba apresarlos. Ambos estaban desaparecidos, pero se sabía que ocultos reclutaban soldados. Brynden se hallaba en Desembarco como consejero de rumores de su Alteza. Aerys y Rhaegel habían sido asesinados, aparentemente a manos del mayor de sus medio hermanos. Shiera no lo creía, el Dragón Negro no era esa clase de gente. Quizá hubieran sido sus hombres pero de todas formas ello sólo lograba que la ira de la familia de Daeron lo persiguiera.

Por ello cuando por fin llegó a Lanza del Sol y pudo reunirse con su hermana, la incertidumbre y el temor de lo que pudiera estar pasando la impulsó a preguntar por sus hermanos.
Sentía el aroma de Daenerys, a arena y sal, a soledad y tristeza. La abrazó con fuerza tratando de consolarse con sus palabras tranquilizadoras, pero no lo lograba. Shiera podía mostrarse fuerte con otros, pero no con Dany. Se conocían demasiado bien.- Perdóname por irme y dejarte aquí, Dany… Apenas me enteré de la situación quise volver, pero la gente del barco se negó. Todo mi viaje me la he pasado rezándole a R’hllor por vuestro bienestar y el de mis hermanos… -se separó lentamente del abrazo, mirándola a sus ojos violetas. En los suyos se habían reunido lágrimas que amenazaban con llover por sus mejillas.- Me alegra que estés bien aquí, Dany… al menos estáis a salvo de todo… ¿Qué tal tu vida aquí, hermana? ¿Os acostumbráis? ¿Cómo os trata Maron? –no pudo evitar soltar todas las preguntas de sopetón, pero había sido tanto tiempo que necesitaba respuestas, aunque no fueran del todo tranquilizadoras.- Perdonadme, he venido a visitarte y en vez de ello te estoy interrogando… pero necesitaba saber por ti las cosas… después de todo… Daemon… -no se atrevió a terminar. Imaginaba que el solo hecho de pensar en ello le provocaba un tremendo dolor a su medio-hermana, hablarlo ya sería hurgar en las heridas de forma casi maliciosa.

Stella, como la llamaba Dany, no había reparado en la belleza del Salón del Trono. La última vez que había estado allí fue para presenciar cómo la hermosa Princesa de los Siete Reinos contraía matrimonio con el Príncipe de Dorne, por lo que casi toda su atención había sido para la pareja; Daenerys lucía realmente hermosa en su vestido de novia, cubierta por la capa negro y rojo de los Targaryen. Recordó como todos aguantaron el aliento cuando Maron la despojó de ésta y en su lugar colocó la de los Martell, con el emblema del sol atravesado por la lanza. Por un momento había sentido envidia de que su media hermana pudiera contraer nupcias entre tanta extravagancia y nobleza, pero luego, cuando la pareja se volteó para hacer frente al público que los había estado observando durante toda la ceremonia, Shiera pudo ver en el rostro de la Princesa la tristeza y melancolía que la embargaba. Entonces sólo sintió pena por ella, y odio, porque el amor verdadero moría con aquel acto. Imaginaba que uno peor había carcomido el corazón de Daemon, quien no había asistido, y que gracias a ello se había alzado en armas contra su rey.
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Mensaje por Daenerys Targaryen Lun Ago 11, 2014 9:17 pm

Las palabras de Shiera seguían fluyendo como un río caudaloso; lo único que Dany quería era que se abrazo a su hermana durara para siempre, ese sentimiento de familia y calidez que la regresaban a sus años felices en casa. Los ojos de Daenerys se cerraron con fuerza un momento, solo un momento antes de que Shiera se liberara lentamente de los brazos de su hermana. Quería recordar que era sentir aquello de nuevo.

-No hay nada de lo que deba perdonarte mi querida Stella- respondió la Targaryen con un tono dulce y maternal viendo a Shiera como la niña pequeña que tenía en sus memorias- Espero que tu viaje haya sido ameno y me alegra que hayas llegado con bien- finalizo con el mismo tono mientras que su mano se deslizaba por las herdas platinadas de la Seastar, quien sin pensar siguió con sus interrogantes a causa de su nerviosismo- Tranquila Shiera... ya tendremos tiempo para conversar- intervino Daenerys con calma, tratando de ocultar el dolor interior que aquellas preguntas le provocaban. ¿Qué le diría a su hermana para no preocuparla mas de lo que ya estaba?

Tras ello, la Seastar se disculpó por interrogarla, era como si ella misma hubiese entendido el dolor que Dany sentía. Ella se preguntaba se sufrimiento era de verdad tan palpable, si no lo disimulaba tan bien como ella creía. De pronto, algo dentro de ella se rompió en pedazos cuando escuchó el nombre de Daemon salir de los labios de su hermana. Daemon... ¿Dónde estarás ahora? algo que Daenerys se preguntaba día y noche. La Targaryen irguió la espalda  y haciéndose de oídos sordos, dio media vuelta, girando su cuerpo entorno al ventanal. Los últimos rayos del sol Dorniense golpeaban su rostro, secando las lágrimas que se acunaban en sus orbes violeta, lágrimas que Shiera también luchaba por contener. -Debes estar cansada... Fue un duro viaje, te acompañaré a tus aposentos.- dijo de prono Daenerys en un tono firme, pero formal. Sabía que era peligroso hablar de Daemon en esa estancia, mas con tantos guardias patrullando con los rumores de la rebelión lavándoles la cabeza. Daenerys debía encontrar el momento justo y el lugar adecuado para poder hablar sobre su otro medio hermano, aunque ella lo mirara con otros ojos.  Y así  con la frente en alto y su postura real, la Targaryen caminó en torno a la salida.
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Mensaje por Shiera Seastar Dom Ago 17, 2014 3:40 pm

Daenerys no tuvo que decirle nada más para que la Seastar entendiera el trasfondo de sus palabras. Se sintió culpable enseguida cuando su media hermana se volteó con la vista hacia los ventanales, para ocultar sus lágrimas de Shiera y de los demás. Ella, por su parte, también hizo lo mismo, aclarándose la garganta mientras se posicionaba junto a la Targaryen. La observó de reojo; definitivamente ya no era la joven con la que la Stella compartía historias y cuchicheos adolescentes. Había cambiado mucho desde entonces, tanto física como psicológicamente. Recordaba cuando ella le había contado que sentía algo por Daemon, a lo que Shiera le respondió que a ella le gustaban Brynden y Aegor. La mirada de esa Daenerys fue de sorpresa, pero luego se echó a reír con ella. Poco sabían en ese momento las repercusiones que aquellos sentimientos podrían tener sobre su futuro.

Pues sí, Daemon se había alzado en rebelión contra Daeron por casar a Dany con el Martell, bien sabiendo que el Dragón Negro estaba enamorado de su media hermana. Pero eso no era todo, pues además pretendía arrebatarle el trono al Sabio, argumentando que estaba seguro de que él no era hijo del Indigno. “Tanto sufrimiento por un asiento de hierro y un hermano egoísta…”-pensó la Seastar cuando observó cómo los ojos húmedos de la Targaryen se volvían en un gesto rígido, tratando de impedir que aquello le afectara. “Si Daeron le hubiera permitido a Daemon casarse con Dany, nada de esto estaría pasando… Ni siquiera se habría visto amenazado con su derecho al trono…”-volvió la mirada al frente para ver como las últimas luces del atardecer bañaban las calles anaranjadas de Lanza del Sol, que cobraban un color dorado cuando el astro mayor las cubría. Era bien sabido que de día los ciudadanos apenas transitaban las calles debido al calor sofocante que allí siempre hacía, pero de noche la ciudad cobraba vida y las luces se encendían para alumbrar el camino de los transeúntes que la recorrían alegres, agradecidos de la frescura nocturna.

-Os lo agradezco, querida –respondió con el mismo tono formal, pues sabía bien el porqué del accionar de su media hermana.- Espero que hayan trasladado mis cosas a la habitación, porque os he traído un presente… Cuando lo vi pensé en vos enseguida. Estoy segura que te encantará –le sonrió con ternura, una sonrisa que ocultaba la tristeza que todo aquello le provocaba. Sin decir nada más se giró para seguir a la Targaryen por el Salón hasta la salida. Allí les hizo una corta reverencia con la cabeza a los guardias que las dejaron seguir con su paso. Shiera sabía que ellos prestaban atentos oídos a todo lo que se hablaba y luego se lo contaban a Maron, por lo que definitivamente no era el lugar más seguro para tocar temas complicados.

Las paredes de los pasillos eran de un naranja suave que se asemejaba al que tenía la arena de aquella zona de Dorne, mientras que el suelo seguía siendo de mármol blanco. Por los altos ventanales de colores se filtraban los últimos rayos de sol, mientras en lo alto del cielo se veía como la luna pasaba de ser un distante astro, a la fuente de luz vital del mundo. Shiera se preguntó si sus medio hermanos estarían contemplándola tal cual como ellas lo hacían ahora, y si se estarían preguntando por las jóvenes que parecían ser las culpables de aquella contienda. Las sandalias de ambas mujeres resonaban en un eco acompasado que delataba el paso ligeramente apresurado que llevaban, e incluso la dirección que seguían.

Pese a que la Seastar no vio a ningún guardia de camino a las habitaciones que le habían sido asignadas, sabía que las habitaciones allí tenían oídos, como en todos los grandes castillos. La Fortaleza Roja era un claro ejemplo de ello, con espías rondando incluso por los techos del lugar para poder hacerse con un jugoso cotilleo. Fue así como se supo que Daemon planeaba alzarse en rebelión si casaban a Daenerys, y por lo que le había contado el capitán de la Doncella del Dragón, gracias a ello Daeron tuvo la brillante idea de mandar a aprisionarlo. Quizá las cosas hubieran sido muy diferentes si… “¿Si qué, Shiera? ¿Si tú no te hubieras enamorado de tus dos hermanos? ¿Si Dany no se hubiera enamorado de Daemon?”-que ridículo sonaba eso, incluso en su mente. Nadie podía controlar de quien enamorarse, ni siquiera la persona de la más alta alcurnia lo lograba. Las cosas ya estaban como estaban, ahora lo único que podía hacer la Seastar era maniobrar para evitar la sangrienta guerra con la que soñaba cada noche.

De pronto la Targaryen paró en seco ante una puerta con el sol y la lanza talladas sobre la superficie.- ¿Es aquí? -preguntó, aunque luego se sintió tonta por haberlo hecho. Si no, no habría razón para que su media hermana se detuviera allí.- Te contaré sobre mi viaje, Dany, sobre todo lo que aprendí en Lys y Asshai.. te contaré todo -sentenció, y la mujer de ojos violáceos sabía a qué se refería.
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Mensaje por Daenerys Targaryen Lun Ago 18, 2014 10:23 pm

Los pasos de la Targaryen contra el piso de mármol creaban una melodía armoniosa junto con los de su hermana. Ella sabía que la Seastar había comprendido el mensaje implícito en las palabras de Daenerys, hablar en aquella habitación podría costarles hasta sus propias cabezas, aquel tema era tan delicado como para tratarse con normalidad en una estancia repleta de guardias. La mayoría del camino hasta los aposentos de Shiera fue en silencio y ella con afán de romper el tenso momento que acaban de pasar la incitó con sus palabras diciendo que había traído presentes; a lo que Daenerys solo respondió con una sonrisa dulce sobre su hombro.

Cada vez mas la Targaryen se acostumbraba a su nuevo hogar, ese calor inhumano que impregnaba la zona y amenazaba con terminar con todo ser vivo. Pero aquella hora, la hora del crepúsculo, cuando los últimos rayos del astro rey se desprendían de la ciudad, la temperatura tendía a bajar considerablemente. Para la suerte de Daenerys, el mármol y la piedra con la que aquel castillo había sido tallado, desprendían un frescor húmedo que contrastaba considerablemente con el clima del exterior. La rubia procuraba no pensar, no pensar en nada en realidad, no quería revivir esos momentos en los que se preguntaba "que hubiera sido si..." "si no hubiera".. "hubiera hubiera hubiera". Vivir estancada en esas ideas no la ayudarían a las grandes tormentas que se acercaban para todos.

Daenerys se detuvo frente a la habitación de Shiera, le dedicó una mirada cómplice, de aquellas que solo ella podía comprender y abrió la puerta que daba al interior de la estancia. Le cedió el paso a su hermana y cerró la puerta tras de sí. Dentro, el cuarto de invitados del castillo tenía una decoración exquisita: Grandes ventanales desde los cuales se podía divisar en la distancia el mar, un colchón de plumas cubierto con ropajes finos traídos de Myr y ornamentado con cojines de estilo lyseno de colores vivos que contrastaban en perfecta armonía con los colores de la habitación. Era en resumen, como un pequeño paraíso extraído de las Ciudades Libres. La Targaryen se apresuró a tomar la mano de Shiera y se aproximaron a unos pequeños sillones que hacían juego con los colores de la estancia. La prisa y la desesperación apresaron a Daenerys una vez que pudo sentir la privacidad con su hermana. Sus orbes violetas se clavaron en los de la Seastar mientras que sus rosapálidos labios se abrían para musitar en un susurro débil:

-¿Qué sabes de él..?.- Ambas sabían a quien se refería. Aquel hombre innombrable bajo las paredes de este castillo, su único amor y sobre todo, su medio hermano.
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Mensaje por Shiera Seastar Vie Ago 22, 2014 6:31 pm

La puerta se abrió con un ligero chirrido, casi inaudible, y dio paso a la vista de la hermosa decoración que tenía la habitación. Por fuera, en el pasillo, cada puerta parecía igual a la anterior o a la siguiente, pero dentro se notaba que cada detalle se hallaba en perfecta armonía con todo lo demás en la estancia. Hacia el frente había grandes ventanales desde los cuales se podía divisar el mar. Éste se veía a lo lejos como un ente pequeño apenas movible y agitado, sobre el cual navegaban barcos en un vaivén casi imperceptible, mientras otros se mantenían anclados a las orillas del muelle. Uno de esos era la Doncella del Dragón. Si bien Shiera no había llegado hasta las costas de Lanza del Sol en aquel navío, gran parte de su viaje había transcurrido en su cubierta y en el camarote que le habían asignado, pero eso no significaba que le hubiera agradado estar en él. Y ahora, después de la visita a su media hermana, tendría que volver a abordarlo para que la llevara a Desembarco del Rey… ¿Y qué la esperaba en Desembarco? Nada bueno, le decía su corazón. Quizá debería haber seguido de largo hasta las Islas del Hierro a bordo del Leviatán, pasando las noches con su capitán… Soltó un suspiro cuando el pirata se le vino a la cabeza y para cuando se sorprendió haciéndolo, ya era demasiado tarde. ¿Acaso Qarl había logrado despertar alguna clase de afecto en ella, después de todo? Negó con la cabeza en silencio y caminó hacia la ventana para observar desde allí el horizonte que lentamente se iba tornando de colores anaranjados, rojizos y violetas. En el firmamento iban apareciendo las primeras estrellas cuando Daenerys volvió a conseguir su atención.

¿Qué sabía de Daemon y la rebelión? Era una excelente pregunta, sobretodo porque la Seastar llevaba meses fuera de Poniente. Pero los rumores de la rebelión que se había desatado poco después de su partida habían llegado incluso a Essos, incluso a Asshai, y la habían atormentado con terroríficos sueños durante todo su viaje. Pero concretamente ¿qué era lo que Shiera podría saber, que no supiera Daenerys? Y entonces sintió un golpe de decepción; su hermana sabía tan poco como ella, eso quería decir que no podría darle noticias de sus amados que ella no hubiera escuchado antes. Se volvió hacia la pelirrubia con un gesto de serena complicidad que ocultaba el golpe que su pregunta le había dado, y caminó hasta donde ella estaba, sentándose sobre uno de los sofás que hacían juego con la habitación. Estiró sus cálidas y finas manos, y  tomó las de la Targaryen para que se sentara sobre el otro sillón. Pensó por un momento su respuesta mientras sentía sobre ella la impaciente mirada violácea de su media hermana.

-Por lo que he podido recolectar en cada puerto o lugar en el que paré durante mi viaje, me han dicho que tras vuestro casamiento, Daemon huyó de la capital con Aegor y otros seguidores como Quentyn Ball, justo después de que tu hermano Daeron diera la orden de apresarlo –trató de hacer memoria de todo lo que había escuchado, aunque a muchos historias no les daba crédito-. Y que poco después de eso Daemon mató a Rhaegel y a Aerys con sus propias manos, de forma que nadie entiende –Las últimas palabras estaban cargadas de duda, por supuesto que Shiera no creía eso porque sabía que el Dragón Negro no era esa clase de persona-. Pero después me enteré que en realidad no había sido él, sino que parte de sus seguidores. Ahora, lo último que supe fue que hasta el momento no se sabe el paradero exacto de nuestros hermanos, pero que se ha visto a gente sospechosa rondando por las Tierras de los Ríos, por el Dominio y Occidente… Seguramente están reclutando vasallos con los cuales ir a la guerra. Fuera de eso no he sabido nada de ellos en concreto, sólo he escuchado rumores sobre la rebelión en general –aquello lo había dicho casi en un tono de disculpa, después de todo no era mucho en lo que Shiera podría ayudar a su hermana-. ¿Tú no te habéis enterado de nada más?  

Parecía ser que las palabras de la Stella habían conmocionado a su hermana; lo venían haciendo desde que la bastarda pusiera un pie en la Torre del Sol, lo podía notar. Y admiraba profundamente la capacidad que tenía Daenerys de tragarse su tristeza y continuar con un rostro sereno fingiendo que todo estaba bien. Shiera, por su parte, no tenía ese temple y esa fuerza cuando de su familia se trataba. La primera vez que vio en las llamas el destino abrasador que R’hllor le había enseñado, no pudo contener las lágrimas por sus hermanos. Recordaba que la sacerdotisa la había abrazado juntando su cuerpo cálido al de la Seastar; ella estaba fría, llena de miedos y pesadillas. “No hay nada para vos en Poniente, Shiera Seastar –le había dicho aquella mujer que parecía emanar de su cuerpo un calor sobrenatural-. Vuestro lugar está aquí, con R’hllor y con nosotros… Debes quedarte para aprender. Pero si os marcháis no podemos garantizar que vuelvas. En Poniente solo encontraréis muerte. Fuego y sangre.” Y sin embargo, allí estaba: Daenerys le apretaba las manos como quien se quiere aferrar a su única esperanza, como ella se había aferrado a la esperanza de que al llegar a Lanza del Sol la Targaryen le dijera que la guerra no era más que un simple cuento. La mirada violácea de su interlocutora parecía perdida, llena de tristeza y sufrimiento, hasta con un poco de resentimiento. Afuera se había puesto el sol, y con él se había ido el poco calor que albergaba el alma de la Stella. Había llegado la noche albergando horrores.
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