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Sweet & Sour like the lemon cake. (Aelinor Targaryen & Shiera Seastar)

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Mensaje por Shiera Seastar Dom Ago 17, 2014 11:24 pm

Mañana.
Jardines tras la Bóveda de las Doncellas.


Solía decirse que la brisa marina matutina era perfecta para llenar los pulmones de oxígeno limpio y era tan fresca y vigorizante que te daba energías para sobrellevar el resto del día con el rostro lleno de vida. Tenían razón, y ello aumentaba al doble cuando se trataba de Desembarco del Rey. La capital de Poniente era conocida entre su gente por servir de hogar para la familia Real, pero para los extranjeros significaba otra cosa muy distinta: mierda. No era una ciudad fea, para nada. Contaba con grandes edificaciones famosas y bastante bonitas, además de que estaba dotada de un paisaje y una vista realmente envidiables. Pero su hedor a puta sucia y estiércol era tan notorio, que lograba opacar la belleza de aquel lugar. “Y pensar que años atrás Aegon el Conquistador desembarcó aquí y se decidió a construir una fortaleza que sirviera de alojamiento a todas las generaciones venideras… Seguro que no tenía previsto el perfume barato y asqueroso con el que despertarían sus sucesores años después”-pensó y una sonrisa se dibujó en sus labios carnosos y perfilados.

-Mi lady, el desayuno está servido –la sirvienta interrumpió sus cavilaciones con un tono temeroso. Shiera la miró de reojo y asintió suavemente.

-¿Y la princesa Aelinor?

-Ya viene, mi lady, sus damas de compañía estaban arreglándola cuando le dejé vuestra invitación –la joven bajó la vista y cruzó las manos sobre la falda cuando la Seastar se volteó para mirarla de frente- ¿Mi señora quiere que la vaya a buscar? –agregó después, alzando la mirada con timidez.

-No, así está bien. Si dijo que vendría, estará aquí dentro de unos minutos –paseó la mirada por la mesita que sus sirvientas habían predispuesto para ella y su invitada, y asintió conforme. Sobre ella habían una jarra de vino y dos copas de plata sencillas, y fuentes con frutas y pasteles. El que sobresalía por sobre los otros era el pastel de limón-. Podéis retiraros, Alyce. Llevaos a las demás chicas, por favor –se volteó para clavar sus orbes bicolor en el horizonte; las olas del mar se agitaban a lo lejos, lamían los cascos de las embarcaciones distantes y se mezclaban con el azul claro del cielo. Apenas unas cubrían éste, y el sol se alzaba en lo alto para iluminar y dar vida a los Siete Reinos-. Ah no, esperad…

-¿Si mi señora? –la pelirrubia sintió como los pasos de todas las sirvientas se detenían de sopetón. La única que se atrevía a dirigirle más de dos palabras era ella.

-Hacedme el favor de ordenar mis habitaciones y dejarlas limpias y ventiladas antes de ir con Brynden. –Soltó la Seastar, con tan poco tapujo que podía imaginarse la cara de sorpresa de sus sirvientas.

-M-mi lady… ¿queréis que vayamos a por Ser Brynden?

-No seas ridícula, Alyce –soltó una risita entretenida y se volteó nuevamente al trío de temerosas chiquillas-. Me refería a que antes de cumplir vuestras labores como espías de Brynden, primero realizad las tareas para las que se os ha contratado… Aparentemente. –les guiñó un ojo con una sonrisa encantadora en los labios, disfrutando al ver como los rostros de aquellas mojigatas se iba cargando más de miedo-. Tranquilas, no le contaré a Brynden que sois malas espías. Ahora retiraos. –las despachó con un movimiento de sus manos y luego se sentó en torno a la mesita.

Por un momento estuvo casi segura de que su risa se pudo escuchar en todos los rincones de los jardines de la Fortaleza Roja, que era el lugar que había escogido para citar a su ‘sobrina’ Aelinor a desayunar. Estiró su diestra para arrancar una uva del racimo que se hallaba dentro de una ornamentada fuente y se llevó la fruta a la boca mientras nuevamente se perdía en el paisaje que tenía al frente. Desembarco podía ser una ciudad muy asquerosa, pero aquellos jardines ubicados cerca de la Bóveda de las Doncellas eran realmente otro mundo. Hasta el aroma que se respiraba en el aire allí era diferente. Shiera alzó la cabeza e inspiró hasta que sus pulmones no pudieron contener más aire; olía a césped y a plantas exóticas y hermosas, a mar y a pescado fresco, a tierra húmeda y a pastel de limón… A exquisito pastel de limón. Lo había mandado a preparar especialmente para aquella ocasión porque sabía que a Aelinor le gustaba, y porque era el favorito de la Stella.

Cerró los ojos con calma mientras saboreaba en su boca el regusto ácido y dulzón de la uva. Podía escuchar el suave canto de las aves que anidaban entre los árboles, el sonido de la brisa marina que se colaba entre sus hojas y las hacía danzar en un suave y grácil compás, y el murmullo distante de las olas que lamían y besaban cual amante la superficie de las rocas de los acantilados. Era el momento perfecto y la pelirrubia quería atesorarlo, disfrutarlo y amarlo por los pocos minutos que le quedaban de pacífica soledad. Algo le decía en su interior que sería uno de los últimos momentos en calma que tendría en mucho tiempo.

El sonido de las sandalias que se acercaban a paso calmado la sacó de su ensoñación. Aelinor por fin hacía acto de presencia. Por lo que sus oídos podían captar, parecía ser que la menor de los hijos de Daeron venía acompañada de sus damas de honor, pero Shiera no sabía si eran las mismas que ella recordaba o las había cambiado. “Como puede haber cambiado ella, por supuesto” –la sola idea había transformado el sabor dulzón de la uva a uno un poco más amargo. Shiera se incorporó sobre el asiento de madera tallada, con cojines suaves, de forma que su sobrina no la hallara echada sobre éste, casi dormitando. Cuando la silueta de una joven apareció tras los arbustos, los labios de la Seastar se curvaron en una cálida sonrisa, esa que reservaba para los miembros de su familia. Se puso de pie lentamente y sintió como la falda de su vestido y sus cabellos revoloteaban un poco gracias a una ligera brisa.

-Princesa Aelinor –dijo al fin, cuando la joven se posicionó cerca de la mesita-, me alegra que hayáis aceptado mi invitación a desayunar. He pedido que prepararan la mesa con cosas ricas exclusivamente para las dos –sus pasos la llevaron ante la Targaryen que lucía realmente hermosa aquella mañana. Tenían casi la misma edad, pero eran bastante diferentes en lo que a personalidad y físico respectaba; Aelinor tenía un aspecto más puro y tímido, mientras que Shiera parecía más exótica y misteriosa. Sus orbes bicolores se posaron sobre los liláceos de la joven mientras le tomaba las manos en un gesto protector y cercano-. Luces bellísima esta mañana, querida sobrina. Habéis crecido mucho desde la última vez que nos vimos.
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Mensaje por Aelinor Targaryen Jue Ago 21, 2014 9:51 pm

Decid, dulce doncella ¿Quién os puso un día así quieta junto al mar sonoro? ¿Comprendía quien fuera que te hastían ya del canto de tus compañeras y que eres débil ante sus murmullos crueles? Según el brillante Aerys Targaryen había sido la promesa de protección ¿Dónde encontraría un refugio amistoso para ocultarse de las miradas? Tus hermanos fueron distantes, en cuya cimas solitarias no hicieron más que hacerte sufrir en silencio la tormenta, ten la seguridad de que por lo menos ya no decepcionarán tu esperanza, has de guardar luto por apariencias, aunque por primera vez, tu corazón lata por una razón más que el miedo. Se encontraba en soledad en sus habitaciones y su alma ansiaba perderse de una vez en la lectura de la belleza de antaño. Como un espíritu hermoso y brillante, anhela perder una luz en la luz. Sus doncellas tejían en silencio.

Escogió un pequeño libro, que relataba la conquista de Dorne bajo el Joven Dragón. No lo disfrutó, leyó los primeros capítulos y cerró para no ver más sus terribles páginas de guerras y traiciones, de venenos y de flechas. Bajo el cálido lecho duerme la rosa, justo sobre el sueño retorcido de la carnalidad, y los dornienses esperaban; Pues la cólera de los espíritus de la noche cabalgan sobre el aire atribulado y en aire salvaje, las bestias se precipitan. Había leído sobre ese Tyrell, y esa promesa de una hermosa mujer de soles y arenas, que terminó en animales venenosos sobre su noble cuerpo. No era de su agrado recordarse que se desfila con el mundo entre las almas traicioneras de los hombres y los deseos banales del cuerpo. Estaba cansada de las alertas, del rugir de los leones, el aullido de los lobos, el oleaje furioso del venado huracanado y la espada destructora en sus porciones de la eternidad demasiado grandes para que se les aprecie. ¡Escúchales, te insisten! ¡Forman un título regio! Los ojos del fuego, las narices del aire, la boca del agua y las barbas de la tierra. Como de los labios de su padre había escuchado alguna vez: Como el aire es al ave, o el mar al pez, es el desdén para el despreciable.

Su Alteza Real... —musitó una de las doncellas al entrar a la habitación, creyendo conocer la respuesta de su tímida señora—. Ha llegado una invitación para desayunar con Lady Shiera Seastar, en los jardines del castillo.

El Destino encantado cual danza sigue sus enaguas, siembra al azar la alegría y el descalabro. Y gobierna todo y no responde de nada, mi tía ha regresado, después de tenerme en el suspenso y entre vacilantes sombras —susurró para sus adentros, pensando en el carácter que siempre había hecho a su tía encantadora, de la cual no sabía nada desde hacía ya varios meses—. Enviad la afirmación, y ayudadme a vestirme, aunque sea para disimular mi insignificancia a su lado.

Como correspondía al luto por su hermano y prometido Aerys, las doncellas envolvieron las finas figuras benditas de sus curvas con encajes negros de Myr con ónices incrustados, y el cabello sujetado de tal manera que caían como suaves cascadas en sus hombros, dándole aurora a sus ojos, perfumes a su piel y color a sus labios. Un anillo de oro negro que tenía como espectáculo principal un rubí con forma de gota de sangre era el protagonista de su mano izquierda. Su aspecto era solemne y regio, con la elegancia de las olas y la belleza nocturna del cielo sin estrellas.

Bajó a los jardines acompañada únicamente de dos damas, que la seguía a sus espaldas como otra sombra. En silencio la Princesa pensaba en sus adentros "Anoche estaba triste, y el mundo me parecía una vivienda solitaria y sombría; para entonces nadie me había pedido que sea la pálida musa de sus días, destinada estaba a Aerys, todos lo sabían. ¡Él ya no existe ahora! Más debo callar, sellar mis labios ante la pasión impía de mi felicidad, silenciarlos aunque me consuma. Y ningún mortal sabrá entonces, porqué mi corazón es ligero como una pluma. ¡Ah, que dichosa sería de ser amada!".

Su Alteza Real, la Princesa Aelinor —anunciaron su llegada unos guardias, con tono solemne. La joven princesa miró con detenimiento a su tía, que aunque poseía unos pocos años más que ella, no parecía envejecer. Era su familia, y era deber intrínseco de su naturaleza de corazón noble amarla, como se ama a la familia, pero no podía evitar pensar en que esos hermosos y largos dedos movían como marionetas a cualquier hombre, incluso Aerys. Sabía que ella no tenía que temer, por más que le aconsejaran alejarse de ella, más podía verla en su naturaleza como pocos, y se preguntaba de la naturaleza de los hombres... ¿Estarían tan cegados por la belleza que se sentirían privilegiados de compartir un momento con un demonio, mientras éste fuese hermoso? ¿Sería suerte si sus ojos impares y su sonrisa les abren la puerta a un infinito que no han visitado? ¿No importa, ya que es hermosa? Con sus ojos de terciopelo, quizás era que los llevaba al universo menos repugnante y a los instantes mas ligeros del dolor.

Ha sido que vuestra invitación ha iluminado mi día, noble tía —dijo con amabilidad, respondiendo al cumplido con el deje de una sonrisa—. Desde que partisteis Desembarco del Rey es lúgubre, e incluso en mis momentos de tranquilidad me he sentido más bien como el hombre que acaricia su tumba. Tenéis que contarme lo que has estado haciendo ¡Hoy es espléndido el espacio! Sin freno, contádmelo todo, sed gentil conmigo y llevadme con tus historias hacia un cielo mágico y divino.

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Mensaje por Shiera Seastar Lun Ago 25, 2014 9:16 pm

Las palabras de Aelinor fueron como una suave y exquisita melodía para sus oídos “-No ha cambiado tanto como me lo temía” –casi pudo suspirar de alivio y la sonrisa en sus labios pareció hacerse mucho más natural, más cercana. La rebelión
los había vuelto a todos más desconfiados que de costumbre; ahora la miraban como si fuese una extraña, alguien que venía para robarle sus secretos y venderlos a otros. Y en parte, así era. Pero con ello solo buscaba el bien de su familia. Si tenía que arriesgar su propia integridad por evitar que las visiones que el Señor de la Luz le había mostrado en sus fuegos divinos se hicieran realidad, Shiera ya tenía preparada la pira y las llamas para morir en brazos de R’hllor. “Los amo a todos –se dijo a sí misma- pero al único que me entregaré totalmente será a R’hllor. Él es con quien me casaré, y nuestra boda será de fuego y sangre.

-No, querida princesa –movió una silla para invitarla a tomar asiento en ésta con un gesto de su diestra-. Vos sois hermosa desde mucho antes que tu madre os trajera al mundo, es solo que las tinieblas os impedían ver vuestra belleza a la luz. Pero ahora no, ya no más –tomó asiento frente a ella para luego acomodar un mechón de platinado cabello tras su oreja. Shiera podía ver en los ojos de su sobrina un atisbo de felicidad que intentaba disimular bajo un luto elegante, ese que debía guardar por Aerys-. Debería daros el pésame, Aelinor… Pero sabéis que soy demasiado sincera para ello. Tan solo espero que podáis quitaros estos ropajes tan negros pronto –acarició con la yema de su pulgar e índice los detalles del vestido de su interlocutora-. Tiene hermosos detalles, pero entristecen tu belleza de doncella. Los colores claros son para vos, que reflejen la luz del sol y de la vida. Éstos no son más que sombras para opacaros, y ya habéis tenido suficiente de ello. –Las palabras de la Seastar podrían ser muy duras y directas, pero ella era así. Sabía que gracias al idiota de Aerys era que la pequeña princesa tenía tan bajo autoestima, y más de una vez se había enfrentado al príncipe al presenciar cómo abusaba de su sobrina.

Los sirvientes comenzaron a servir el desayuno; zumo de naranja recién exprimido, huevos duros, panes untados con un poco de mantequilla, trozos de frutas como: melocotón o uvas, y la parte favorita de Shiera: tarta de fresas y pastel de limón. Se le hizo agua la boca apenas percibió el aroma de los bocados que estaba por degustar. Durante su largo viaje sus comidas eran escuetas comparadas con aquella mesa atiborrada de exquisitos alimentos. Recordaba cuánto le había costado adaptarse a las costumbres de los sacerdotes rojos en Asshai, que apenas se alimentaban con lo justo y necesario y vivían de lo que el Señor de la Luz les proveía. Era uno de los sacrificios que debías pagar por aprender y pese a que a Shiera le había costado mucho, logró cumplir con las exigencias. Si su Dios no le hubiera enviado las visiones de la inminente guerra en Poniente, la Stella se habría quedado más tiempo para aprender aún más de lo que ya sabía.

-Desembarco del Rey jamás ha sido una ciudad conocida por su magnificencia, querida sobrina. Tenéis que visitar otros lugares del mundo. Lys, por ejemplo… mi familia os recibiría con los brazos abiertos si quisieras pasar una temporada conmigo allá –entre sus finos dedos tomó un gajo de uva y se lo llevó a la boca. Dentro pudo degustar de nuevo su sabor dulzón-. Pero por ahora me conformaré con contaros todo lo que viví, querida. ¿Por dónde comienzo? Fue un año de viajes, por lo que han sido muchas cosas –la emoción se reflejaba en sus ojos dispares cuando hablaba de sus aventuras, y su voz tomaba un tono aterciopelado y felino, como un gato que ronronea a su amo pidiéndole caricias. Tomó con una mano la copa con zumo de naranja y se la llevó a los labios para saborear el matiz ácido característico de aquella fruta-. Bueno, de Lys ya os había contado antes así que es el turno de las otras ciudades. Volantis, mi querida niña, no os podéis imaginar lo hermosa que es la ciudad de noche, cuando todos despiertan. Las luces son las protagonistas e iluminan todas las calles y la desembocadura del Rhoyne, entre árboles con flores de diferentes colores. La gente en las plazas juega al Sitrang o pasea bajo la luz de las estrellas, hay niños correteando alegremente entre las personas y mujeres paradas en las puertas invitándote a deleitarte con los placeres que ofrecen. En el mercado que está en el puente para cruzar de un lado de la ciudad al otro, hay un mercado donde podéis comprar cosas raras, exóticas y muy hermosas. Había visto un par de cosas para vos, pero os he traído un obsequio de Asshai mucho más hermoso. Desde el puente tenéis vista hacia el Rhoyne o bien hacia el mar, y ambos lados están iluminados con lámparas para protegeros de la oscuridad. La vista allí es realmente hermosa, la calma es reconfortante y las mañanas están cargadas de un aroma salino puro y limpio.

Se acomodó sobre el asiento mientras hacía una pausa en sus relatos para probar bocado. Se sirvió el huevo duro calmadamente, untando de vez en cuando trocitos de pan tierno en éste; bebió un poco de zumo y tomó unos trozos de melocotón, y cuando volvió a sentirse satisfecha clavó sus orbes dispares en los ojos de su sobrina.- La  Doncella del Dragón dejó Volantis con rumbo a Asshai, aunque hicimos unas cuantas paradas en el camino. Nos ofrecieron detenernos en la Bahía de los Esclavos, pero aquellas tierras están sembradas de dolor y cosechadas con sangre. No hay nada bello en las ciudades esclavistas, aunque muchas otras dependan de éstas –comentó como un pensamiento en voz alta mientras su mirada felina reparaba en cada detalle de la princesa-. Cuando llegamos a la Ciudad de la Sombra, por fin pude entender por qué le habían puesto ese sobrenombre –le sonrió y una pequeña risita se escapó de sus labios-. No es porque allí se practique brujería, si es lo que teméis. La ciudad está rodeada hacia el este por montañas tan altas que las sombras que proyectan hacen que esté casi completamente en penumbras. Por eso allí es donde los sacerdotes rojos combaten con todo su poderío contra la oscuridad, de Asshai salen los mejores siervos de R’hllor. Todo ahí es conocimiento y cultura; se habla un idioma diferente que no todos los extranjeros aprenden bien, también hablan Alto Valyrio y la Lengua Común. La ciudad de la Sombra, mi querida sobrina, es la ciudad de antiguos conocimientos. Es por ello que estoy acá –le dedicó una última sonrisa, con un gesto cargado de misterio, antes de decidirse a beber otro sorbo de jugo de naranja y llevarse a la boca un trozo de tarta de frambuesa. Lo mejor siempre iba al final, y eso era el pastel de limón.
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Mensaje por Aelinor Targaryen Lun Ago 25, 2014 10:31 pm

Con los ojos bajos, llenos de pudorosa sombra, la Princesa Aelinor escuchaba a su tía hablar de tierras fantásticas, tan lejanas como las estrellas. Había escuchado que el amor es el aliento del alma puesta en libertad; para que su espíritu pudiese susurrar suave, sonreiría a la luz de su tía, sin ojos para recordar angustias de antaño, sin labios para deletrear cada instante de dolor. Sonreía ¡Ah, qué bello sonreía! Incluso cuando no mostrase las perlas en sus dientes, y la curvatura fuese leve ¿Existirían criaturas más encantadoras que las descendientes de Aegon El Conquistador? Con el oro blanco de las hebras de sus cabellos y la palidez lunar de sus pieles, con sus voces que tienen mucho de mujer y algo mantienen de niña. A los hombres se les miraban complacidos por la hermosura exótica de Shiera, y conmovidos por la belleza melancólica de Aelinor.

Si el destino es amable, Lady Shiera, algún día recorreré el mundo entero —Dedicó un leve parpadeo a los sirvientes que iban y venían con la comida de ambas. Tomó entre sus finos dedos una uva y la mordió silenciosamente—. Aunque dude que éste sea un momento adecuado para hacer eso, estoy segura, tía, que habéis venido porque no deseáis abandonarnos. Mi tío Daemon osa de acusar a mi padre de ser fruto de la infidelidad, para reclamar el trono como suyo. La crueldad y la avaricia son terribles enemigos y pésimos consejeros, han envenenado su alma, y la de Aegor también. La perdida de mi noble príncipe Aerys me resulta... complicada de sentir. Más la de mi dulce y buen hermano Rhaegel... ¿Cómo ha podido hacerle daño a un muchacho tan gentil? —preguntó, sabiendo que probablemente Shiera desconocía la respuesta—, el jamás le habría deseado mal alguno a nadie. Y ahora nos declara guerra a todos nosotros, pensé que me tenían cariño, siempre habían sido amables conmigo ¡Ah, infames, viles, rencorosos! El dolor ha consumido nuestros corazones errantes, y mi padre sufre en silencio. Os necesitaba tía, se avecinan terribles días.

Aelinor no comprendía por qué su tío Daemon había pasado de ser el amoroso pariente con quien solía cenar a un verdugo declarado en busca de la cabeza de su familia. ¿Tal era su deseo por su tía Daenerys? ¿Capaz de asesinar a los hijos de su medio hermano y declararle guerra? Aelinor, esperanzada de verse a sí misma algún día amada, le aterraba la idea de ser ella la que entregase el alma al equivocado, al negado por el destino. ¿De qué son capaces los hombres por el corazón de una mujer? Viviendo bajo la sombra, como había sido desde su triste y solitaria infancia, estaba tan acostumbrada a la indiferencia que no era capaz de sentir celos algunos hacia lo que jamás había experimentado: La belleza de recibir un "Te amo".

¡Qué cambiados sus sentimientos hacia todos! El amor, toscamente derribado ante sus ojos, y hasta la providencia de la nada, ausente ya y ajena. No comprendía las atrocidades que se hacen por amor, porque nunca había amado, y nunca había sido propiamente amada, a diferencia de su tía Shiera, que probablemente recibía a la semana más declaraciones de amor que la mayoría de mujeres en toda una vida, Aelinor no había recibido de su prometido más que desprecio tras humillación. Y aunque Tyrek Lannister era relativamente amable, era difícil saber si existía algo entre los dos, él siempre la consideró prohibida, y ella siempre se consideró tomada. Tras la muerte de Aerys, sin embargo, el mundo se abría en posibilidades, especialmente las de ser vendida para ganar lealtad a la corona.

Prometedme tía —comenzó a decir, tomando delicadamente su mano—, prometedme que no nos abandonarás como ellos hicieron, mi corazón no soportaría tal dolor.
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Mensaje por Shiera Seastar Vie Sep 05, 2014 1:56 pm

Una mueca de desaprobación se hizo en los labios de la Seastar al escuchar las palabras de la Targaryen. "Con que a ella también le han llegado los rumores de las acciones de 'Daemon' -se dijo observando el rostro inmaculadamente triste de su sobrina-, malditos mentirosos".-Cuando ese día llegue, querida sobrina, será conmigo con quien viajéis. Os mostraré el mundo, mi mundo y que será tuyo... Tenéis muchas cosas que conocer -sonrió levemente y luego su rostro pálido y hermoso como la luna, se ensombreció-. Veo que han llegado a vuestros frágiles e inocentes oídos tales falacias. Porque eso son, Aelinor; falacias para atormentar a vuestra familia y para empeorar la situación que vivís -en los ojos de Shiera solo había verdad; ella sabía que Daemon jamás sería capaz de matar a sus sobrinos, por mucho que Aerys se lo mereciera. Eso había sido obra de otros, no de su medio hermano. La pausa que hizo fue suficiente para que Aelinor pudiera asimilar sus palabras, mas no le dio tiempo de replicar sus palabras-. Daemon no sería capaz de matar a sus sobrinos jamás, querida princesa. Él es un hombre bondadoso en el fondo, mal influenciado y lleno de dolor y odio, pero bondadoso al fin y al cabo -Shiera apartó su mirada bicolor del rostro de su sobrina para pasearla disimuladamente por los criados que los atendían "Todos estos son espías -comprendió enseguida, todos estaban comprados-. Espías de Myriah, de Brynden y del rey... Incluso podría haber uno de Daemon o Aegor aquí." Pero no le importó.-Yo sé que estáis sufriendo por la pérdida de vuestros dos hermanos, mi querida sobrina. Pero no os engañéis, ni prestéis oído a cuervos oscuros. Os preguntaréis cómo puedo decir lo que digo, si estuve tanto tiempo lejos... -se inclinó hacia su sobrina para clavar sus orbes dispares en los lilaceos suyos- Me lo ha dicho él, mi princesa. R'hllor es sabio y muestra a sus ciervos de la luz la verdad a través de las llamas, y yo la he visto: vuestros hermanos no fueron asesinados por Daemon, si no por quienes dicen ser sus hombres -le hizo un gesto sutil con la mirada hacia los criados-. Consejeros con palabras llenas de oscuridad y maldad, con sangre en las manos. Escuchad lo que os digo, Aelinor; nuestra familia ha caído en pésimas manos. Esos consejeros que tiene vuestro padre no son más que arpías con lenguas ponzoñosas buscando aprovecharse de nuestra desgracia para sacar una buena tajada. Son ellos los que han comenzado esta guerra mal aconsejando a mi hermano Daemon, infundiendo odio en su corazón y el de Aegor. Hasta el mismísimo Brynden se ha visto bajo su mentirosa influencia... y ahora sigue vuestro padre y vuestra familia entera. Tened cuidado de a quien prestáis atención, sobrina. Podéis ver caras, pero jamás corazones.

Se reincorporó en su silla para darle a su sobrina tiempo de asimilar sus palabras, mientras ella tomaba otro sorbo de zumo de naranja y se aclaraba la garganta. Había dicho toda la verdad que conocía, se la había confiado a Aelinor a pesar de saberse espiada y ahora sólo quedaba esperar a que la joven princesa le creyera. Si es que lograba creerle, claro estaba. Shiera sabía bien que la situación en Desembarco y en todo Poniente en general era tensa, por eso mismo había vuelto; estaba segura de que los consejeros de Daeron se habían encargado de llenarle la cabeza de historias sobre las acciones de su medio hermano, tal como se la habían llenado antes a Daemon ¿Si no, cómo podría el Dragón Negro salir con tamaña tontería sobre la conseción de Daemon? "Estúpido e ingenuo -pensó la Seastar- En ese caso ni él ni Daeron serían dignos de la corona... Ambos bastardos, todos bastardos. Todos hijos de la lujuria de nuestro padre y la lujuria de muchas madres, pero ninguno digno del Trono de Hierro. Estúpidos y ambiciosos ambos. Uno por querer hacerse con los Siete Reinos y otro por querer hacerse con el Trono de Hierro" Pero no le iba a decir eso a su pequeña sobrina, pues sabía bien que la poca felicidad que la embargaba ahora se desmoronaría, tal como la de la Seastar. Podía ser que la Stella se viera fuerte por fuera afrontando la situación que amenazaba con destruir a su familia, pero por dentro era un montón de dudas y penas, de melancolía y tristeza.

-Jamás os abandonaré, querida Aelinor -respondió a su gesto aferrándose a sus manos frágiles y tiernas, y mirándola a los ojos con cariño en los propios-, sois parte de mi familia y yo jamás abandono a mi familia. Sois sangre de mi sangre, querida mía. He venido para protegeros y a iluminaros, a ti, a todos los que se encuentran bajo el manto de oscuridad de mentiras. He venido a esclarecer la situación y a ayudarlos a reconciliarse. Y no descansaré hasta ver disuelto en el aire el rumor infame de la guerra. Os lo prometo, por todo lo que más amo -se inclinó hacia ella y besó su frente con sutileza, volviendo a acomodar un cabello platinado tras la oreja de su sobrina-. Ahora comamos, pues este tema sólo logra quitarme el apetito, y os he llamado para otra cosa, para festejar y recuperar el tiempo perdido.
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